martes, 5 de abril de 2016




AVENTURAS DE LA RANA CUCÚ


Érase una vez, en un estanque de aguas muy limpias, una pareja de ranas que se llamaban Rigoberto y Rosita. Ellos anhelaban tener una rana pequeñita, para darle un cariño grandote: imaginaban, por ejemplo, que por Navidades cantarían juntos: "Rana, ranita rana, ranita rana, ranita ¡ea!"

Como todo el mundo sabe, las ranas comienzan la vida como renacuajos y después toman forma de rana; así que finalmente Rigoberto y Rosita fueron bendecidos con un lindo renacuajo al que pusieron por nombre Cucú. A Cucú le encantaba nadar y buscar su comidita en el agua en compañía de sus padres, pero un día tuvo una mala experiencia: en una distracción de Rigoberto, ella sintió que la habían dejado sola y que se ahogaba, y por eso lloró y no quiso volver a meter la cabeza en el agua. Cuando perdió la cola y le salieron patas, Cucú adquirió la costumbre de quedarse quieta sobre una planta acuática, y sus padres tenían que echarle agua para mantenerla húmeda. Si la instaban a que nadara, como es connatural a las ranas, decía que no, que tenía miedo de hundirse. Sin embargo, Rigoberto y Rosita no perdían la paciencia: nadaban y chapoteaban alegremente a su alrededor, cantando "Cucú, cucú, cantaba la rana", "El sapote Prieto", "El renacuajo paseador" y otros clásicos de la música batracia. Es cosa bien averiguada que a las ranas les encanta cantar, y ahora Rigoberto y Rosita lo hacían al unísono para animar y educar a su hija.

Un buen día, Rigoberto, tras mucho pensarlo y consultarlo con expertos, se hizo junto a Cucú, le hizo una suave caricia en el trasero, y ella, como hacen las ranas en estos casos, dio un gran salto. ¡Plachis! ¡Metieron la cabezota! Cucú no tuvo tiempo de asustarse, porque instintivamente se echó a nadar y vio que lo hacía muy, pero muy bien, con una patada muy fuerte. Además, el agua estaba muy fresca y agradable. Desde ese día, Cucú perfeccionó su habilidad para la natación asombrosamente, y decía que no saber nadar era como no saber sentarse a la mesa o no saber hablar correctamente: una falta de educación.

Algún tiempo después, Cucú descubrió por casualidad la que sería su verdadera vocación. A veces se sentaba con su padre frente a la pantalla a ver al "Topo Gigio", a "Heidi", a "Peppa Pig" o a "Masha y el oso", que eran sus personajes favoritos. Rigoberto aprovechaba para ver trozos de ópera o de ballet, que consideraba los mejores espectáculos del mundo. A Cucú le encantó ver a las bailarinas, y dijo que quería verlas de vista cierta. De modo que Rigoberto, Rosita y Cucú salieron de su estanque y se fueron a la gran ciudad de Las Charcas para que Cucú viera el ballet en persona. Esto fue un diciembre, y se presentaba "El Cascanueces" de Chaikovski. Cucú la pasó de maravilla, viendo boquiabierta ese derroche de ratones, colombinas y otras bellezas, y al día siguiente dijo a sus padres:
--Ya lo tengo decidido: seré bailarina de ballet.

Rigoberto y Rosita se alegraron mucho, y dijeron en su acostumbrada manera cantarina:
--Hijita, has escogido un camino muy hermoso, pero muy difícil. Te aguardan muchos sacrificios, mucho estudio y trabajo, muchas fatigas. Pero nosotros te apoyaremos en todo lo que sea necesario, porque lo que queremos es que tú encuentres tu camino y lo sigas, para que seas una rana libre e independiente.
Y a decir verdad no exageraban. Cuando volvieron a su estanque, le compraron a Cucú las zapatillas y el tutú (rosado, claro, porque este era su color predilecto), y la matricularon en la academia de Mademoiselle Grenouille, una francesita que, nadie sabe cómo, había ido a parar allí. Cucú aprendió el salto, el jeté y la deslizada, pero sobre todo aprendió que para llegar a hacer algo bien hay que hacerlo muchas, pero muchas veces, y sudar, y sudar, y sudar. Aunque estuviera cansada o no tuviera ganas, asistía puntualmente a sus lecciones, sin dejar de lado los estudios. Le agradaba también aprender idiomas, y ya sabía que rana en inglés se decía frog, en alemán Frosch, y así sucesivamente. Cuando flaqueaba y decía que preferiría hacer lo que otras ranitas, que se quedaban en casa acostadas todo el día quemándose los ojos ante una pantalla o pantallita ("¡es que todos lo hacen!"), Rigoberto la aconsejaba así, porque sabía que de cantar y cantar siempre quedaba algo:

--Cucú, recuerda que tú no eres ninguna reina ni ninguna princesa, sino una rana de clase profesional; y como tal, vas a tener que estudiar mucho y trabajar mucho, porque la lucha por la vida está cada vez más dura.

--Así es, papito--, reflexionaba Cucú y volvía a su avío con renovado entusiasmo.
Y entonces sus padres la recompensaban con una pequeña celebración:
--¡Ánimo, Cucú! ¡Tres hurras por Cucú! ¡Hip, hip!...
--¡Hurra!

Al cabo de un tiempo, Mademoiselle Grenouille, que registraba complacida los progresos de Cucú, llegó a la conclusión de que ya no tenía nada más que enseñarle y que debía irse a estudiar a Las Charcas. Aunque eran ranas, Rigoberto y Rosita trabajaban como burros para costearle los estudios y la manutención, pero lo hacían con inmenso gusto y sacrificio, puesto que Cucú jamás les dio pie para sentirse defraudados. "Esta ranita es nuestro orgullo y será nuestro bastón en la vejez", cantaban a dúo. Más adelante, en Las Charcas le aconsejaron a Cucú que prosiguiera su formación en Rusia, que era donde se cultivaba el mejor ballet; y así se hizo, a punta de créditos y estipendios obtenidos con gran esfuerzo.

Cucú se graduó con máximos honores, y se esperaba con impaciencia su debut profesional. Finalmente este llegó: era "El lago de los cisnes", y nada menos que en el Teatro Bolshói, el Teatro Grande, de Moscú. Cuando llegó la hora de la verdad, el reflector se encendió sobre Cucú, que dio un salto, un jeté y una deslizada que electrizaron al público. Imaginémonos la melodía majestuosa de esa obra de Chaikovski, la que todos tarareamos, mientras visualizamos a Cucú sobre el escenario, bajo la mirada embrujada del público: "PA, pa pa pa pa PA, pa PA, pa PA, pa pa pa pa pa PA, etc." Finalizada la actuación de Cucú, hubo ovación de pie, gritos, lágrimas y desvanecimientos: ¡estaban ante una verdadera estrella verde, una nueva Ranna Pavlova, una auténtica Ranina Kukóvskaia! Sin embargo, Cucú nunca quiso tomar un nombre artístico, porque era una ranita muy sencilla, una ranita de lavar y planchar (sobre todo de lavar, porque a las ranas les encanta el agua).

Como las noticias viajan rápido, al día siguiente apareció el siguiente titular de primera página en "La Gaceta del Estanque", con foto de Cucú en gran formato: "La rana Cucú, vistiendo tutú, bailaba radiante con paso elegante." Cucú, constituida en prima ballerina, recorrió el mundo dando especáculos en los grandes escenarios: el Ballet Nacional de París, el American Ballet Theater, el Royal Ballet... En todas partes dejaba muy en alto el nombre de su charca. Su papel favorito era el de Kitri en "Don Quijote", de Minkus, porque pensaba que en esta obra quedaba muy claro cómo debían comportarse el hombre y la mujer, cómo debían sentarse, pararse, caminar, bailar, etc.

Llegó el día en que los dos principales ballets de Rusia, el Mariinsky de San Petersburgo (¡sí, el antiguo ballet Kirov de Leningrado!) y el Bolshói de Moscú, entraron en pugna por tener a Cucú como primera figura. Esto ocasionó una división entre las capitales europea y asiática de ese gran país: hubo desorden público, perturbación del servicio de trenes y aviones, desabastecimiento de alimentos, y se temía que estallara la guerra civil; y todo por la posesión de una rana. El propio presidente de Rusia tomó cartas en el asunto e hizo llamar a Cucú al Kremlin para buscar solución a la crisis; y hasta allí fue a dar nuestra ranita, no sin antes detenerse un poco a admirar una vez más la Plaza Roja, que en ruso quiere decir Hermosa.

El presidente era un señor que parecía pintado por Jan van Eyck: cabeza de huevo, pelo pálido y ojos más pálidos. Hizo que les sirvieran caviar y vino espumoso de Crimea, porque sabía que a Cucú no le gustaba el vodka, y se dirigió a ella respetuosamente, por el nombre y patronímico:

--Kukú Rigobértovna, la seguridad del Estado está en sus manos. Le ruego decidir a cuál de los dos ballets de marras quiere usted pertenecer. De lo contrario, la destrucción de la Madre Rusia estará más cercana que en 1941. Además, la policía secreta me ha informado que la mafia rusa me asesinará si tomo una decisión equivocada. Esta será mi proclama final: "¡Rusos! Mis últimos votos son por la felicidad de la patria. Si mi muerte contribuye para que cesen los partidos y se consolide la unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro." ¡Salud!

Entre tanto, Cucú saboreaba el caviar como corresponde, haciendo estallar los huevecillos de esturión entre la lengua y el paladar, y no triturándolos con los dientes. (A esto la ayudaba el hecho de no tener dientes.) Luego de meditar un poco mientras degustaba el vino, notando cómo sus incontables burbujitas lograban un maridaje perfecto con el caviar, respondió así:

--Pierda usted cuidado, Vladímir Vladimírovich. Yo ya tengo decidido lo que haré: regresaré a mi estanque a cuidar de mis padres, a quienes debo todo, y a enseñar el ballet a los animalitos de mi país. La fama no significa nada para mí, y nunca he sido tan feliz como en mi tierra, al lado de mis seres queridos.

--¡Brava, Kukú, Brava! --exclamó el presidente--. Me ha salvado usted la vida, aunque yo creo que eliminarme a mí sería más difícil de lo que fue hacerlo con Rasputín: sus enemigos tuvieron que envenenarlo, pegarle dos tiros y echarlo amarrado a las heladas aguas del río Nevá para pasarlo al barrio de los acostados.

Tras pensarlo un rato, Cucú se rascó la cabeza y preguntó:

--Y ¿cuándo murió ese muchacho?...

Terminada su entrevista con el presidente, Cucú hizo su maleta, regresó a su estanque a disfrutar de una vida tranquila con sus padres, y es fama que logró desasnar a muchos animalitos del lugar gracias a la práctica de las artes.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

Por: Pedro Fernández Borrero

2 comentarios:

  1. Buen Día lectores.


    Este cuento nos lleva a pensar en nuestra realidad. no se abstengan de leerlo. Además, colorín colorado, ¿Este cuento realmente se ha acabado?

    ¡No olviden comentar!

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