jueves, 17 de febrero de 2011

ir al divan

Cruzo el umbral de una puerta de madera, mi primera sensación es que el ruido de la calle disminuye sus decibeles, a ratos tengo la sensación de entrar a otra dimensión que, como diría fragilante, es un reino del silencio...La figura de la señora que me recibe es cálida, un rostro que aún mantiene secuelas de una belleza que se resiste a perecer...unos ojazos redondos, color miel...y una sonrisa clara en una boca rosa finamente cincelada....el diván, que raro artificio el que legó Freud. El diván es un mueble de origen otomano que se impuso en la Europa  de mediados del ochocientos por influencia de los románticos.

En ese mueble de inspiración romántica deposito mi cuerpo mientras la señora de la belleza otoñal se oculta de mi campo de visión, queda tras de mi....que raro en este mundo de afán, sentir que tengo una hora para ser escuchado, ¿será que debería estar mas bien en un gimnasio de esos en los que uno parece un pez bailarina o payaso de un acuario?  En este mundo acelerado, en el que corro por las avenidas urbanas llenas de huecos y trancones, que raro que alguien se dedique a escuchar mis ansiedades y temores, o mis mas vergozantes fantasías...hablo y hablo...en ocasiones su voz me interrumpe...tengo la sensación que me arrulla...muchas veces ni me importa lo que diga, solo sentir la musicalidad de su voz grave....

Recuerdo una caricatura de una revista de una señora que va al divan que dice: mi marido ni pagándole me dedicaría una hora para escucharme...El diván parece una fábrica de sueños verbalizados, mis palabras de pronto son autónomas, tejen formas por si solas, formas que se hacen y deshacen...de pronto entiendo mis últimos días de forma diferente...de pronto emergen trozos de historia ya vividos...de vez en cuando la voz grave de la bella señora pareciera abrir miles de ventanas en mi narración. Por momentos el silencio llega, temo decir cosas que no sean inteligentes, ella me pregunta por que callo y yo le digo que temo su censura...su censura que resulta siendo mas bien mi propia censura...que universo este en el cual pareciera que las personas de las que hablo son mas construcciones de mi mente creadora que de la inexorable realidad...en ocasiones un dolor de alma me habita y de nuevo esa voz grave contiene la herida...

Termina la sesión, vuelvo a verla, aún es bella a pesar de los años. Preferiría el regazo de sus largas piernas que el cojín incómodo que me pone de cabecera...que rara sensación me produce esta señora, que erotismo tan dulce...será verdad tanta tranquilidad y paciencia...no entiendo la gente porque le huye a estar en un diván...¿será mas cómodo huir de si, como parecen  hacerlo los hamster humanos que corren  sobre una banda sin fin en esos gimnasios acuarios?

Prefiero esta cueva en donde el tiempo se detiene y ese ser me escucha y me interpela....que quietud, que tranquilidad se respira a pesar del dolor hondo que siento en el alma.

1 comentario:

  1. Pink Freud... el divan me a acompañado en los ires y venires de mi vida. Voy al divan, crezco lo dejo, regreso y sigo creciendo.Parece que solo tu entiendes lo que es estar en el divan. A mi me dicen que porque busco relaciones tormentosas que me hacen daño y permito que me hagan daño, pero nadie sabe las relaciones que he construido años tras año en el divan con humanos mujeres y hombres de ojos color miel como la que describes; que me han acompañado, arrulllado, dedicado su tiempo, y me seguiran acompañando y Yo buscando. Entre varios divanes, en cada uno he vivido momentos inolvidables que han permitido que mi vida y Yo seamos diferentes. Porque no llegar al divan, a esa persona con ojos color miel?

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