Estimados lectores. Para animarlos a adquirir la nueva Revista de La Sociedad Colombiana de Psicoanálisis, y para su deleite, les dejamos la editorial escrita por el actual director de la Revista, Doctor Carlos Gómez Restrepo.
El Campo del Psicoanálisis y la Evidencia
La medicina basada en la evidencia (MBE) tiene sus orígenes filosóficos a mediados
del siglo XIX. No obstante, es hasta el siglo XX cuando se desarrolla
con especial fuerza en la Universidad de McMaster en Canadá y en Oxford, en
Inglaterra. Para entonces, se define como el uso explícito y juicioso de la mejor evidencia
en la toma de decisiones para el cuidado de los pacientes.
Relata para entonces Brian Haynes1, uno de los padres de la MBE, que oyendo
una exposición sobre las teorías Freudianas, se preguntó al expositor: ¿Cuál es la evidencia de que las teorías Freudianas son correctas?, a lo cual le respondió que realmente no había una buena evidencia. Este suceso podría hacernos preguntar si la evidencia que se aporta desde el psicoanálisis es diferente y no encaja dentro de los modelos experimentales de corte positivista utilizados por otras ramas de la medicina, o si tenemos que adecuar otros elementos de investigación a nuestra disciplina. Posiblemente la respuesta va en doble vía. Tenemos una evidencia particular, pero esta sensación de ser tan diferentes nos ha llevado a utilizar de manera limitada otras alternativas.
Evidentemente, el psicoanálisis tiene una metodología propia, una investigación de corte cualitativo mediante observación participante y análisis de discurso. Sin embargo, varios de los desarrollos del psicoanálisis, como la psicoterapia psicoanalítica y algunas intervenciones poblacionales o individuales basadas en la teoría analítica, podrían perfectamente adecuarse a modelos y diseños de investigación utilizados en el campo de la salud. Así mismo, el psicoanálisis clásico podría incorporar a su armamentario otras metodologías que harían más válidos,
plausibles y confiables muchos de sus hallazgos.
Durante los últimos años, la MBE ha tomado vuelo, y con ella, la aceptación o no de diversos tipos de terapias para el manejo de problemas y trastornos mentales. Así mismo, las guías de práctica clínica, de uso corriente y obligado en salud, han basado sus recomendaciones sobre psicoterapias en la evidencia que existe de cada una de ellas para el manejo de los diversos trastornos. En sus inicios, las evaluaciones de las terapias psicoanalíticas quedaron rezagadas respecto a otras que por sus características podían aportar mejor evidencia sobre la base de desenlaces claros, objetivables y obtenibles. De esta manera, la terapia cognitivo conductual se fue posicionando como la forma de tratar patologías con componentes depresivos o ansiosos y las psicoterapias de corte psicoanalítico
perdieron terreno en las evaluaciones, por cuanto muchos reportes de investigación
carecían de rigor científico, así como de los mínimos requeridos para ser alificados como aceptables o conclusivos. Sin embargo, cada vez que aparecía
un hallazgo en contra, teníamos la “disculpa” de “es que lo nuestro es más profundo difícil de realizar; que más complejo, imposible de medir, además de que no se debe medir, etc”.
Esta situación ha conllevado, en algunas áreas derivadas del psicoanálisis, a atrasos en la forma de hacer y reportar investigación y, en ciertos casos, a cuestionar nuestro quehacer y a pensar en otras alternativas por parte de terceros. Lentamente nos hemos dado a la tarea de aceptar nuestra responsabilidad sobre el estado de las cosas, de aprender acerca de otros métodos de investigación, de medición y de presentar los resultados que nos permitan comparar nuestras terapias con otras, de evaluar lo que hacemos y de comunicarnos abiertamente
en el mundo científico.
Es así como en las dos últimas décadas han hecho aparición un mayor número de experimentos clínicos controlados utilizando en uno de sus brazos la
psicoterapia psicoanalítica. Shedler (2010) publica un artículo donde referencia
varios metaanálisis, esto es, estudios que reúnen técnicamente varias investigaciones (artículos) -usualmente experimentos clínicos- con lo cual se aumenta el poder (muestra del estudio para detectar diferencias) a la vez que se demuestra la
eficacia de la Psicoterapia Psicoanalítica. Así mismo, la Colaboración Cochranne
publicó un metanálisis de Abbass y col. (2009) donde reporta la utilidad de la
psicoterapia psicoanalítica en el manejo de varios trastornos, y a la vez sugiere
que la terapia psicoanalítica breve tiene buenos efectos a largo plazo después de culminar el tratamiento.
Estos dos artículos de los últimos seis años demuestran cierto interés por otros métodos que proveen una mejor evidencia a nuestro quehacer, a la vez que son ejemplos que brindan un nuevo aire al psicoanálisis y sugieren lo que siempre hemos pensado, que es útil, de largo aliento y deseable. Pero a la vez nos llevan a pensar en la necesidad de suministrar evidencia que conlleve al posicionamiento del psicoanálisis y de las terapias derivadas de este. En este orden de ideas, existen temas que requieren mayores desarrollos, así como aquellos que tienen que ver con recolección de datos, formas para evitar el sesgo del recuerdo del analista, para evitar la presentación sesgada de datos favoreciendo miradas congruentes a mi hipótesis, mecanismos para análisis de los datos, para su publicación, medición o evaluación del proceso analítico, de las defensas, la
transferencia y la contratransferencia, la evaluación del insight, la medición de
desenlaces en psicoanálisis, el significado de eficacia en psicoanálisis, etc., temas
que pienso son fundamentales desde la óptica de la investigación, de la evidencia que requerimos para mejorar nuestro quehacer y que actúan a la vez como soporte a nuestra teoría analítica.
Carlos Gómez Restrepo
Director-Editor R.S.C.P
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