Escrito por: Andrea Escobar y Luis Fernando Orduz
En: Revista de la Sociedad Colombiana de Psicoanálisis vol 38 No 1 Junio 2013
La histeria, siempre ha tenido caracteres epidérmicos, queriendo decir
con ello que es un trastorno, patología, ó estructura que tiene manifestaciones
de superficie. La hipótesis que queremos
desarrollar es que aún hoy en día, sigue siendo una estructura que hace
manifestaciones en el soma ¿Hemos dejado de ver funcionamientos histéricos en
pro de la emergencia de las patologías narcisistas? ó ¿simplemente es que la histeria, dada su
estructura, hoy aparece ante nuestros ojos sin que la detectemos?, ¿La
encubrimos con las llamadas nuevas patologías?
A causa de los mecanismos que la constituyen: imitación, sugestión,
identificación; el síntoma histérico hoy en día se enmascara en nuevas formas
de expresión en la superficie visible
del cuerpo.Insistimos, tal vez existe sin que la observemos.
Para Charcot la histeria existió como espectáculo visible, pero a
la que no se la podía oír: el cuerpo de
ellas era presentado en un auditorio, a la mejor manera del teatro, ante un
público que se mostraba expectante ante la aparición del síntoma en el cuerpo.
Sorpresa para los ojos, impacto para la mirada, expresiones de exclamación por
parte del auditorio. La histeria ha construido siempre escenarios de
visibilidad, la hemos visto y nos hemos conmocionado con ella. Pero su
espectáculo visual ha ocultado sus palabras. A la manera de Freud, ¿Deberíamos
develar el espectáculo que produce hoy en día?
Si Dora llegara a nuestro consultorio:¿cómo nos hablaría de su
padecer? Probablemente no hablaría a través de la dolencia de un cuerpo que se
paraliza ó pierde movilidad; hoy en día la anestesia y la paralización motora
han dejado de ser las formas de expresión del cuerpo en la cultura moderna. Más
bien todo lo contrario: hoy el cuerpo es hiper-estimulado e hiper-motorizado;
la vida moderna se ha convertido en un estimulador permanente de nuestros
sentidos y en una fuerza propulsora en oposición a la quietud. Somos sensibles
e hiper-kinéticos, estresados y en acción
permanente. Ya no es el cuerpo inmóvil de la observación; Se trata ahora del
cuerpo que actúa, que se muestra, que se evidencia ya no en la pasividad del
ser mirado, sino en la actividad para ser mirado.
Las primeras teorías de Freud sobre la histeria se ocupaban de
formular explicaciones económicas: una energía que sobrecarga al sistema y que
no puede encontrar una forma de derivar psíquica, y por lo tanto busca caminos
a través del soma. Un obstáculo que impide que la energía potencial se realice
y por lo tanto se actúa de manera somática. El cuerpo histérico se paralizaba ó
anestesiaba, fruto de una sexualidad ó una energía que se detonaba y quedaba
contenida sin otra posibilidad de emerger. Parálisis y anestesias, seguramente
hablaban de eso que les acontecía, de
la energía que se paralizaba y dejaba potencialmente una sensación que al no
poder ser acto, dejaba la marca de la insensibilidad.
Intentando conservar la tradición explicativa de Freud, ¿Qué podemos
decir de la histérica de hoy bajo el presupuesto de la hiper-kinésis y la hiper-estimulación?
Una energía que no se paraliza y que
encuentra múltiples caminos para expresarse. Si el cuerpo es una
expresión de ello, podría pensarse entonces que el cuerpo histérico de hoy se
agita, se sobre-excita en espacios de visibilidad permanente, en una versión
moderna de esos teatros de Charcot de los que hablamos.
Para acceder al artículo completo: http://www.socolpsi.org/lectores.html
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