Escrito por: Jorge Ballesteros
En: Revista de la sociedad Colombiana de Psicoanálisis, Junio de 2011 vol. 36 No.1
Existen dos vertientes en las que confluyen las teorías psicodinámicas que explican la conducta del suicida, siendo estas: una pulsional, enunciada por Freud (1920) en su instinto de muerte, y otra la de las relaciones objetales también enunciada por Freud (1917) donde, ante la frustración libidinal, se genera un trauma. Ambas posiciones son vigentes en todo paciente y considero que desconocer cualquiera de estas deja el trabajo inconcluso.
Clásicamente se considera que los elementos que evalúan el riesgo suicida son la edad, el género, la ideación suicida, la gravedad del intento suicida, la existencia de intentos anteriores, el estado civil, el trabajo, el apoyo familiar y las situaciones de pérdida. Estos factores señalan o apuntan a la capacidad del individuo para relacionarse, a la calidad de dichos vínculos, al igual que a la perentoriedad y a la magnitud de sus impulsos; aspectos que denominamos en psicoanálisis como relaciones objetales y pulsiones, respectivamente.
Cuestiono y considero como inexactos los factores empleados para la evaluación del riesgo suicida, así como la relación causal entre suicidio y tristeza; el quitarse la vida a sí mismo no es un acto producto de la tristeza sino de la rabia, la tristeza por si misma deprime, pero no mata. Se postula que la entrevista, además de no ser mencionada entre dichos factores, constituye el predictor más sensible y determinante para evaluar el riesgo suicida. En ésta se puede evidenciar de una forma directa, la vigencia o no de dichos factores, además de la capacidad de un paciente para recibir y utilizar los aportes del terapeuta, que se relacionan con su capacidad de entablar vínculos.
El término vínculo comprende diferentes aspectos según como sea empleado por diferentes autores. Para Bowlby, de acuerdo con Colin (1996), el apego es la unión afectiva perdurable que se caracteriza por la búsqueda de proximidad a una figura específica particularmente en momentos de estrés. La figura de apego generalmente está representada por la madre; si la figura falta, se le extraña y no puede ser totalmente sustituida por otras. Existen vínculos de apego seguros y otros de carácter ansioso (Colin, 1996). En las etapas tempranas los vínculos de apego se dan a través del contacto físico y en la edad adulta esto es remplazado mediante los procesos cognitivos. En general, la teoría del apego sugiere que los vínculos estables dificultan los suicidios y su contraparte, el desapego, los favorecería.
El suicida tiene en dado momento una falla en su capacidad de contención, ya sea porque no se ha estructurado o porque desea anular dicha función para no percibir un dado suceso, o existe un desaliento y desesperanza de poder hallar dicha función. He aquí la importancia de la entrevista en la cual el entrevistador deberá detectar si el paciente es receptivo ante la función de continente que se le esta ofreciendo y a la vez, qué capacidad tiene el paciente de contener. Por contener, entiendo la capacidad del Yo para pensar acerca
de sus emociones y de elaborarlas. Es aquí donde radica el verdadero riesgo suicida. El paciente necesita un continente que le pueda dar un significado a su agresión; no un intento de anularla, sino de entenderla.
Para ver artículo completo: http://www.socolpsi.org/lectores.html
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