miércoles, 16 de julio de 2014

Psicoanálisis y Fútbol




El fútbol y la pasión…



Si algo ha globalizado la forma de las pasiones son las emociones que se tejen alrededor del futbol. En una estadística que alguna vez leí, se decía que había más países afiliados a la FIFA que a la ONU. El futbol ha hecho de las pasiones un fenómeno de masas tan solo comparable a lo que los fenómenos religiosos causan de forma universal. Para poder entender la dinámica de las emociones que se mueven alrededor de este espectáculo quiero retomar dos ideas: una de Elías Cannetti sobre la masa, y otra de Freud acerca de los procesos de idealización.

Cannetti, sostiene que la masa es la inversión del temor a ser tocado. El deambular en los espacios públicos tiene como garante el temor a que el otro nos contacte; cualquier acercamiento -incluso el deseado- es preservado por el temor. La vida cotidiana se llena de medidas preventivas que nos permitan tomar distancia en relación al otro. Por su parte, la masa provoca la disolución de dicho temor, al menos para el que está al interior de ella. En la masa la diversidad de los cuerpos hace unidad, la diferencia se disuelve. En la masa mi cuerpo se funde con el otro, los límites desaparecen. La masa tiende a crecer, y aquel que entra en contacto con ella es devorado por su ansia voraz. Para la masa, todo límite debe ser destruido; las vitrinas, los obstáculos, las barreras se presentan como un cerco a su capacidad de crecimiento.

Por su parte, la emoción del triunfo en el futbol funciona como detonante. Los 90 minutos operan como elemento contenedor de una furia que se desata con el pitazo y la sanción del triunfo o la derrota. Es el grito desenfrenado de triunfo y el grito silente de la humillante derrota. Es así como la pasión global del futbol deshace las rejas en las que la pasión vive contenida en la esfera social y se termina por convertir en un fenómeno análogo al de las masas.

Freud, aquel que sigue teniendo vigencia porque en vez de soñar utopías navegó por las profundas aguas en las que germina el origen de toda idea o emoción, nos deja una pista vital para entender este fenómeno de masas. Para Freud, la masa se forma, ya que diversas personas de un grupo comparten el mismo objeto idealizado. El equipo de fútbol llena el espacio vacío de nuestros ideales, y lo que el objeto diga, haga o determine deja a nuestro yo como súbdito obediente.

Por eso, las acciones de nuestro ideal son imperativas. El gol que se marca como signo de triunfo es el imperativo para el grito y la furia orgásmica. La celebración de victoria del equipo determina una pasión desbordante dentro del séquito de seguidores. Es la misma pasión que sugiere un líder en una masa que le sigue, la estrella musical en sus aficionados, el guía religioso a su secta. El líder hipnotiza a la barra de fieles seguidores como el amado domina las emociones del amante. La vida propia se entrega al objeto de nuestro ideal, y por eso, el estallido pasional de alguien hipnotizado –o de la masa- suele dejar, como signo de la entrega amorosa, a la muerte misma. Siempre alguien muere como signo de este éxtasis de vida. Quien está por fuera de la masa o del ideal, siempre enjuiciará, desde la altura de su razón, este bajo apasionamiento.

El estallido en las masas se disuelve con la misma rapidez con la que emerge. El carácter agresivo y pasional de estas barras difiere de la violencia racional, metódica y estratégica en la que están involucradas las fuerzas en conflicto de este país. La violencia del futbol se diluye rápidamente con el tiempo; al mundial lo siguen los campeonatos locales, las copas interclubes; pero la violencia racional, la social, esa no se disuelve, esa carcome diaria y paulatinamente los cuerpos; los deshace por centímetros… El estallido emocional de futbol deshace el cuerpo en un instante.

Luis Fernando Orduz


Psicoanalista